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De Propósito y Perros-Coyote

Updated: Aug 24, 2022

Hace algunos años, un colega y amigo me contó una historia sobre una perrita que tenían sus tíos en una finca en Santa Eulalia de Atenas, un lugar bellísimo de cerros pintados por potreros que se mezclan con el bosque. Es precisamente en estas montañas donde viven manadas de coyotes y es inevitable que tengan encuentros con los pueblos cercanos a sus madrigueras. También es sabido que los coyotes pueden cruzarse con perros domésticos y de ahí que existan los perros-coyotes. Esta perrita quedó preñada de un coyote con el consecuente resultado de parir perros-coyotes. Los tíos finalmente decidieron conservar una de las crías que con el tiempo creció y se convirtió en un perro doméstico; o al menos eso parecía hasta el día que empezó a prestar atención a los aullidos de los coyotes en el bosque, seducido por una particular fuerza que lo llamaba a unírseles y ser parte de la manada. A partir de ese día era habitual que el perro-coyote se aventurara en el bosque y volvía siempre con lesiones producto de su intento infructuoso de pertenecer a la manada. Finalmente un día el perro-coyote no volvió. Cuando hablamos de propósito y felicidad es difícil sacarlo del plano esotérico (y quizás no debería sacarse de ahí). Para cada persona puede ser diferente y al mismo tiempo converger en el mismo punto: servicio a una causa mayor y aprender en el camino a ser mejores personas a través de ayudar a otros. Está presente en todas las religiones, nuevas y antiguas, pues forma parte de ese llamado que tiene el ser humano, esos aullidos en la montaña. Seguirlos requiere de valentía y un poco de rebeldía pero de alguna forma esa decisión es parte del aprendizaje, "entender si estamos listos para tomarnos la píldora roja o la azul". Pero la parte más retadora no es cuando se decide seguir el aullido, es cuando nos damos cuenta que el camino no es una línea recta, que siempre se puede volver al punto de inicio, lleno de lesiones por haberse enfrentado a las pruebas de ingreso de la manada y a los peligros del bosque. Solo cuando llevamos un tiempo tratando de encontrar sin éxito esa libertad, nos damos cuenta que hemos crecido en el camino y que no necesariamente estamos volviendo al mismo punto de inicio. Si graficamos nuestra búsqueda de felicidad y propósito en una dimensión parecería que ese ir y venir del bosque nos trae al mismo lugar de partida, pero si lo expresamos en un plano cartesiano (X-Y-Z) podemos ver que en realidad nuestro camino de descubrimiento es más una espiral logarítmica (como un caracol).


Dorie Clark en su libro "The Long Game" nos dice que este ciclo tiene 4 etapas: aprender, crear, conectar y cosechar. Clark afirma que las etapas de aprender y crear son probablemente las que nos demandan más esfuerzo pero una vez que las dominamos, nos llega el momento de conectar para enseñar a otros. Finalmente cosechar es un punto en el que podríamos encontrarnos ganando un buen salario, haber pagado hipotecas, universidad, seguro médico; podría parecer que llegamos a la cima del éxito; hasta que nos damos cuenta que seguimos escuchando los coyotes. Lo material nunca nos va a llenar completamente en nuestra búsqueda del propósito porque no somos lo que tenemos (ego), por el contrario, somos lo que sabemos y el saber no tiene límite y es por eso que la felicidad no se alcanza: no es un destino sino un camino en espiral.

Creo que en el camino identificamos personas que se dejaron ir de lleno en la espiral. En el libro FLOW, Mihaly Csikszentmihalyi los describe como personas que "a pesar de sus condiciones materiales han sido capaces de mejorar la calidad de sus vidas, se sienten satisfechas y han logrado que las personas que los rodean se sientan algo más felices". Generalmente les vemos como rebeldes algunas veces peyorativamente (si no los entendemos) otras veces como una rebeldía inspiradora. Otros más temerosos y menos preparados aún para el viaje, ven la espiral y entienden que deben dejarse ir en ella (dejar que fluya con lo bueno y con lo malo) pero lo harán cuando estén listos.

Si uno mira hacia atrás, puede reconocer momentos en que escuchó a los coyotes llamar y quizás los ignoró porque era una locura estudiar, renunciar o viajar en ese momento. Con el tiempo, el camino de toda persona es aprender a tener menos temor de ir a la montaña; pues nos damos cuenta que el sufrimiento y las pruebas son dolorosas solo en uno de los tres planos, el físico (X), pero enriquecedoras en los planos del liderazgo y las experiencias. Para los que han hecho deportes de larga distancia (maratón, Ironman, etc) el sentimiento es familiar; es esa sensación de estar acabado físicamente pero con la satisfacción de sentir que pueden hacer cualquier cosa que se proponga, que puede aventurarse al bosque y ser parte de una manada de coyotes.

ree

 
 
 

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